ADULTOS VICTIMAS DE ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA

El abuso sexual en la infancia es un tipo de maltrato, ya que priva al menor de sus derechos y bienestar, interfiriendo en su desarrollo físico, psíquico y social. Es también un abuso de poder ya que se utiliza una situación de poder (como ser adulto, ser familiar, ser profesor, etc...) para interactuar con el menor por lo que existe coerción, y además una asimetría de edad, anatómica, de desarrollo físico, intelectual, emocional, y sexual, de afectos sexuales, de habilidades sociales, y de experiencia sexual, que deja al menor en una clara desventaja.

Además el hecho de estar relacionado con ouna esfera tan íntima, como es la sexualidad y la genitalidad, el hecho de que en la mayoría de los casos el perpetrador es un familiar o allegado y el hecho de que el o la menor presupone que no va a ser creído/a (igual que al comienzo del abuso, el mismo no lo creyó)  dificulta contar lo sucedido y por tanto perseguir el delito y detener los abusos que en muchos casos son reiterados.
Se estima que solo entre el 20 y el 30% de los casos de abuso sexual en la infancia son conocidos, es decir el vértice de la pirámide de los abusos reales.

¿Qué ocurre cuando estos y estas menores llegan a la edad adulta?

Lo normal es que en la edad adulta se arrastren secuelas de uno u otro tipo referidas al abuso sexual. Estas pueden ir de leves a graves dependiendo de diferentes factores.
Estos factores tienen que ver con la capacidad de afrontamiento del daño y el uso de estrategias funcionales o de otras que en aquel momento servían para salir adelante pero no eran tan funcionales, y también con factores externos como el tiempo que duró el abuso y la frecuencia del mismo, la relación con el abusador, si alguien se enteró y le prestó ayuda, etc.
Entre las secuelas que podemos encontrar están el tener una baja autoestima, un sentimiento interno de vergüenza como de tener algo malo dentro, la sensación de estar dañado para siempre, falta de capacidad para decir no y poner límites, dificultad en las habilidades sociales, sentimiento de no encontrar su lugar en el mundo, sentimiento de tener una valía solamente sexual, problemas en la sexualidad, dependencia emocional de la pareja o amigos. Las secuelas podrían llegar en algunos casos  a desarrollar determinados trastornos que tendrían su propio proceso de mantenimiento, como depresión, un trastorno obsesivo compulsivo, un trastorno de la alimentación, un trastorno límite de personalidad, o trastornos disociativos, por poner un ejemplo. También es posible encontrar trastornos adictivos, al juego, el alcohol, las drogas, el sexo, etc.
En muchos casos, llegan a terapia solicitando ayuda por uno de estos trastornos y no es hasta más tarde cuando hablan del hecho de haber sufrido abuso en la infancia. Aún de adultos, en muchos casos les avergüenza hablar de ello, se sienten culpables, y algunos no lo han contado antes de acudir a terapia o lo ha contado  solo a una o dos personas. El sentimiento que traen es de estar dañados para siempre y sentir que es una losa que ha marcado y seguirá marcando su vida.
Sin embargo, cuando comienzan la terapia se dan cuenta que esto no tiene porque ser así. Durante la intervención con terapia EMDR observan como pueden dejar atrás, los recuerdos desagradables y las sensaciones, distanciándose  emocionalmente hasta que no les hace daño recordarlo, y notan como pueden cambiar los pensamientos negativos sobre ellos, en pensamientos realistas y ajustados a la situación. Se sorprenden de que "no tienen que estar dañados para siempre", y que lo pueden dejar atrás y dejar de sentir el dolor que sintió el niño o la niña que fueron entonces.


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